NOVENA A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
EN EL MISTERIO DE SU ADMIRABLE ASCENSIÓN
DÍA NOVENO
Considera la entrada del Señor en la Corte Celestial, pero ¿qué entendimiento puede comprender, ni qué criatura puede ponderar cuán célebre, cuán gloriosa, cuán magnífica y soberana fuese? Llegó en fin nuestro glorioso Príncipe al trono de su Padre, y reconociéndose en cuanto hombre inferior, postrado a sus plantas adoró su Divinidad con suma reverencia, y puedes considerar que le dijo: «Padre Santísimo, Altísimo y amabilísimo, aquí tenéis a vuestro hijo obediente a vuestro precepto.
Bajé al mundo, manifesté a
los hombres vuestro Santo y Divino Nombre, glorifiqué vuestra grandeza en la
tierra, consumé la obra de la humana Redención que me habéis encargado, entré
en batalla con el Príncipe del mundo, lo vencí, le quité el reino y lo arrojé
fuera, lo dejé desarmado y en prisiones, y le quité el despojo de sus
victorias, el cual pongo a vuestras Divinas plantas, a quien se debe toda
reverencia, toda honra y alabanza.
Vuestro es el Reino, que he conquistado; vuestro el Imperio, que he ganado; vuestra la potestad y el poder, con que yo vencí; vuestra es la gloria, vuestro el triunfo, y vuestra la victoria». Pondera y considera la alegría, el contento y amor con que el Padre recibiría a su Hijo, y cómo le da la mano, y cómo lo abraza, ensalza y engrandece mandando que toda la Corte Celestial celebre las gloriosas victorias de su Hijo: siéntalo a su diestra en su mismo trono sublimado y engrandecido con infinitas ventajas a todas las criaturas, luego le da la corona imperial, el cetro y el gobierno universal sobre todo lo criado: manda que todos los Cortesanos por sus órdenes y jerarquías, postrados a sus plantas le rindan la obediencia.
Mira aquí, Cristiano, la
humana naturaleza qué honrada es. Mira aquí la tierra sobre todos los Cielos,
al hombre sobre todos los Serafines, y tu misma naturaleza sobre todos los
Ángeles y soberanas jerarquías. Aprende aquí a despreciar todas estas bajezas,
aprecia tu dignidad, reconócete miembro de aquella cabeza, y no quieras,
degenerando de lo que eres, sujetarte a las vilezas. Mira, por último, y
considera el gloriosísimo cuerpo de tu Redentor, encumbrado en aquel trono:
mira aquella hermosura que alegra a todos los Ángeles, los cuales al verla tan
resplandeciente y llena de luz, y absortos, y llevados del deleite y
admiración, prorrumpieron sin cesar, diciendo: «Santo, Santo, Santo, Señor Dios
de los Ejércitos, lleno está el mundo, llenos el Cielo y la tierra de la
Majestad de tu Gloria: viva, viva nuestro Rey en la altura y grandeza
inaccesible de su trono», y así sucesivamente le alababan y alabarán
eternamente.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh Rey inmortal de los siglos! ¡Oh Señor de incomprensible Majestad! Recibid la Corona, el Imperio y la Dominación sobre todas las criaturas visibles e invisibles, y el mundo todo se goce de tener un Señor justo, sabio, poderoso y benigno.
¡Qué justamente os ciñe vuestro Padre lleno de amor la Corona, y pone en vuestra Divina mano el cetro del gobierno del Cielo y de la tierra! ¡Qué premio tan bien merecido! ¡Qué corona tan bien ceñida! ¿Con qué razones os daremos el parabién de vuestra exaltación? ¡Oh dichosos hijos de Adán, alegraos en el Señor!, démonos todos recíprocamente los plácemes, pues nuestra naturaleza ha subido con Cristo a colocarse en el mismo Solio de Dios sobre todos los Ángeles.
¡Oh inefable honor del hombre! ¡Oh dicha imponderable! No la ha concedido el Señor aun a los más elevados Serafines. ¡Oh Eterno Padre, infinitas gracias os damos por tan excelsa prerrogativa, como es la que habéis otorgado a nuestro linaje! Vos, piadosísimo Dios, habéis levantado a tan sublime dignidad a nuestra naturaleza, y ya no nos queda otra cosa que emplearnos eternamente en alabaros y bendeciros por tan inmenso beneficio.
Bendito y glorificado seáis,
¡oh gran Dios!, pues ya por vuestra bondad, es vuestro Hijo Unigénito nuestro
hermano según la carne; y pues nos vemos tan honrados de Vos, ya desde hoy
renunciamos todas nuestras inclinaciones a los bienes de este mundo, y todo
nuestro anhelo lo pondremos solo en Vos, que sois todo nuestro bien y nuestras
riquezas, para que así lleguemos a vivir y reinar con Vos eternamente. Amén.
ORACIÓN A LA SANTÍSIMA
VIRGEN
PARA ESTE DÍA
¡Oh Sacratísima María, Madre dignísima de Jesús! Infinitos parabienes os damos por el honor inmenso que goza vuestro Divino Hijo. Cuando las madres ven logrados a sus hijos, es muy crecido el gozo de su corazón, ¿cuánto sería, Señora, vuestro júbilo, al ver con tanta gloria y majestad al Hijo de vuestras entrañas?
Por este gozo os suplicamos, Madre amorosa, no os olvidéis de nosotros: Haced que se dilate vuestra alegría, al ver también logrados por vuestro Patrocinio a estos vuestros hijos menores, que os claman en este valle de tantas miserias, interceder por nosotros, y encaminarnos a esa Patria celestial, donde gozáis de vuestro Hijo eternamente. Amén.
Tres Padrenuestros, y tres Avemarías con Gloria Patri.
GOZOS
Como águila generosa
Remontas, mi Dios, el vuelo
Al Empíreo, pues el Cielo
Sólo es tu mansión dichosa;
Puesto que el alma ansiosa
Seguirte quiere, Señor:
Llévanos a dónde vas,
Soberano Triunfador.
En alas de Querubines
Subes al Cielo glorioso,
Y ellos llenos de alborozo
Te hacen sagrados festines,
Gózome que así camines;
Y pues vas con tanto honor:
Llévanos a dónde vas,
Soberano Triunfador.
¡Qué contentos y qué ufanos
Entre gozos excesivos,
Contigo van los cautivos
Que libertaron tus manos!
Despojos son soberanos
De tan gran Libertador:
Llévanos a dónde vas,
Soberano Triunfador.
En coros muy concertados
Los Príncipes de la Gloria
Cantando ellos tu victoria
Descienden regocijados:
«Sean, dicen, alabados
Triunfos de tal vencedor»:
Llévanos a dónde vas,
Soberano Triunfador.
Gime Luzbel abatido,
Porque su imperio tirano
Por tu brazo Soberano
Hoy se mira destruido;
Y pues nos has redimido
Del poder de este traidor:
Llévanos a dónde vas,
Soberano Triunfador.
Dan voces con grande gozo
Los Ángeles, porque abiertas
Y apartadas sean las puertas
De ese Alcázar prodigioso,
Porque ha de entrar
victorioso
Su Monarca y su Señor:
Llévanos a dónde vas,
Soberano Triunfador.
ORACIÓN FINAL
¡Oh Amado Redentor de mi
alma! ¡Oh León de Judá! ¡Oh Señor y Rey inmortal, vencedor de la muerte y del
Infierno! Ruégoos, Señor mío, por aquel glorioso triunfo con que entrasteis
victorioso en vuestro Reino, me deis fortaleza para vencer a los enemigos de mi
alma, perdonéis la tibieza con que celebro este admirable Misterio, atendáis a
mis humildes ruegos, y me deis vuestra Santa gracia, para serviros y agradaros
hasta la muerte. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
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