DÍA PRIMERO: NOVENA A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO EN EL MISTERIO DE SU ADMIRABLE ASCENSIÓN

 


NOVENA A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO EN EL MISTERIO DE SU ADMIRABLE ASCENSIÓN


DÍA PRIMERO

Considera con San Buenaventura (Meditación de la Vida de Cristo, cap. XCIX) y San Vicente Ferrer (Sermón único sobre la Ascensión) cómo en aquel último convite que refiere San Lucas en el capítulo primero de los Hechos Apostólicos en que se halló el Señor con sus Apóstoles, le declaró era ya llegado el tiempo en que volviese al que lo había enviado y dejase el mundo, el cual pasado no lo verían más con la vista corporal: que se esforzasen y avivasen la fe para verle con los ojos del alma, a cuya vista no faltaría, porque estaba siempre con ellos, aunque se iba.

Habiendo oído los Apóstoles estas palabras, fue grande la turbación y susto de sus corazones, y prorrumpieron todos en un llanto muy triste, y derramando muchas lágrimas le dijeron: «Bien sabéis, Señor, que por Vos dejamos cuanto teníamos, y dimos de mano a parientes, amigos, y a cuanto podíamos esperar en esta vida, y todo esto lo hicimos con mucho gusto, porque teniéndoos a Vos, nos teníamos por dichosos y bienaventurados, pero ahora que os vais, y nos dejáis huérfanos y destituidos de vuestra presencia, ¿qué ha de ser de nosotros? ¿A dónde hemos de ir, ni a quién nos hemos de juntar, y más cuando todos nos aborrecen y desean vernos fuera del mundo? Llevadnos con Vos, y no nos dejéis en medio de nuestros enemigos».

A estas quejas amorosas les repetiría el Señor aquellas palabras llenas de consuelo, que ya les había dicho la noche de su sagrada Pasión: «No se turben vuestros corazones, hijos míos, ni tengáis miedo, que no os dejo huérfanos ni desamparados, como pensáis. ¿Creéis en Dios? Creed en mí, que soy verdadero Dios, y si me creéis Dios, también debéis creer que no os puedo faltar. Voy, y vengo a vosotros, porque como ya os dije, ha de venir mi Espíritu sobre vosotros, y viniendo él, vengo Yo y viene mi Padre, y estaremos con vosotros, haremos mansión en vosotros, y en aquel día conoceréis cómo Yo estoy en mi Padre, y mi Padre en Mí. Si vosotros me amarais, os habríais de alegrar, porque voy a mi Padre, y así alegraos por ello, y juntamente por vuestro bien.

Os conviene que me vaya, lo uno, porque voy a disponer y prepararos las sillas y el lugar donde habéis de descansar eternamente en mi compañía, y lo otro, porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Espíritu Consolador, mas así que Yo me vaya, os lo enviaré para que os enseñe y dé a entender la verdad, y entonces se alegrarán vuestros corazones». Estas, y otras palabras de gran consuelo y ternura les diría a sus discípulos el Señor para confortarlos, según meditan San Buenaventura y San Vicente. Ve tú ponderando cada palabra de por sí, y conocerás el espíritu de amor, de ternura y compasión que reina en tu Dios y Señor para con los que le aman y le sirven, y enamórate de tanta bondad y ternura.


ORACIÓN PARA ESTE DÍA

¡Oh Señor! ¡Oh Rey de la Gloria! Ya llegó aquel dichoso día en que vuestro Eterno Padre os llama para daros el premio infinito que han merecido vuestras Santísimas obras para exaltar vuestra Humanidad Sacratísima sobre todos los Justos y sobre todos los Ángeles. Ya llegó el día en que entréis en vuestro Reino a tomar asiento a la diestra del Padre, que este solo es el lugar correspondiente a vuestra eterna habitación. Infinitos plácemes os doy por tanta gloria que gozáis.

En esta vuestra partida tan gloriosa, y de tan grande regocijo para el Cielo y para la tierra, ¿qué festejos podré haceros, Amado mío? ¿Qué himnos os cantaré? ¿Con qué obsequios podré hacer se aumente la gloria de vuestra admirable Ascensión? Pero bien sé, dulcísimo Jesús, que la gloria qué queréis recibir de mi mano es el cumplimiento de vuestra Divina voluntad, más ya sabéis, pues Vos mismo lo habéis dicho, que nada bueno podemos obrar sin Vos: dejadnos pues vuestro Espíritu, dejadme ese Espíritu de caridad, ese Espíritu de Santidad y Celador de vuestro honor, para que sepa agradaros en esta vida, y después llegue a gozaros eternamente. Amén.

Tres Padrenuestros, y tres Avemarías con Gloria Patri, en reverencia de los treinta y tres años que habitó el Señor entre nosotros.


GOZOS

Como águila generosa

Remontas, mi Dios, el vuelo

Al Empíreo, pues el Cielo

Sólo es tu mansión dichosa;

Puesto que el alma ansiosa

Seguirte quiere, Señor:

Llévanos a dónde vas,

Soberano Triunfador.


En alas de Querubines

Subes al Cielo glorioso,

Y ellos llenos de alborozo

Te hacen sagrados festines,

Gózome que así camines;

Y pues vas con tanto honor:

Llévanos a dónde vas,

Soberano Triunfador.


¡Qué contentos y qué ufanos

Entre gozos excesivos,

Contigo van los cautivos

Que libertaron tus manos!

Despojos son soberanos

De tan gran Libertador:

Llévanos a dónde vas,

Soberano Triunfador.


En coros muy concertados

Los Príncipes de la Gloria

Cantando ellos tu victoria

Descienden regocijados:

«Sean, dicen, alabados

Triunfos de tal vencedor»:

Llévanos a dónde vas,

Soberano Triunfador.


Gime Luzbel abatido,

Porque su imperio tirano

Por tu brazo Soberano

Hoy se mira destruido;

Y pues nos has redimido

Del poder de este traidor:

Llévanos a dónde vas,

Soberano Triunfador.


Dan voces con grande gozo

Los Ángeles, porque abiertas

Y apartadas sean las puertas

De ese Alcázar prodigioso,

Porque ha de entrar victorioso

Su Monarca y su Señor:

Llévanos a dónde vas,

Soberano Triunfador.


ORACIÓN FINAL

¡Oh Amado Redentor de mi alma! ¡Oh León de Judá! ¡Oh Señor y Rey inmortal, vencedor de la muerte y del Infierno! Ruégoos, Señor mío, por aquel glorioso triunfo con que entrasteis victorioso en vuestro Reino, me deis fortaleza para vencer a los enemigos de mi alma, perdonéis la tibieza con que celebro este admirable Misterio, atendáis a mis humildes ruegos, y me deis vuestra Santa gracia, para serviros y agradaros hasta la muerte. Amén.


En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.


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