DÍA SEGUNDO: NOVENA A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO EN EL MISTERIO DE SU ADMIRABLE ASCENSIÓN

 

  

DÍA SEGUNDO


Considera, que como dice San Lucas, acabado el convite que fue en Jerusalén, los sacó de la ciudad, y los condujo al monte Olivete, y aunque Tomás de Vío Cayetano dice que el Señor les mandó se fuesen ellos, no obstante uno y otro se compadece según la contemplación de San Bernardo y San Vicente Ferrer, y es que el Señor les dijo que se fuesen al monte Olivete porque allí había de ser la despedida, mas ellos con el sentimiento que tenían, puedes considerar, le dirían estas palabras: «Señor, ya ves que es cerca de medio día, y saliendo todos juntos por medio de la ciudad, nos han de ver nuestros enemigos, y quizás nos estorbarán el paso, y no os podremos ver, por lo cual os rogamos nos acompañéis, porque con Vos nada tenemos».


Piensa que el Señor les concedió lo que pedían, y los ordenó su Majestad en forma de procesión, porque eran los que estaban juntos más de ciento, y así salieron del Cenáculo, yendo el Señor delante, y ellos en dos coros siguiéndole, y así pasaron por medio de Jerusalén a vista de todos sus enemigos, que como dice San Bernardino de Siena (Sermón I, art. I, cap. III), se quedaron pasmados así que vieron la Santa Compañía que pasaba por delante de ellos tan sin temor, y comenzaron a bramar de coraje y enojo contra ellos, pero el Señor les puso tan gran miedo y pavor, que se quedaron como atónitos mirándolos pasar sin atreverse a decir palabra.


Pondera aquí cuán justamente temían los Apóstoles, y con cuánta razón suplicaron al Señor los acompañase. Toma tú ejemplo, cristiano, y mira que andas entre muchos y más crueles enemigos, que son los demonios, el mundo y la carne, y teme mucho andar solo. Procura andar en gracia del Señor y traerle muy presente a cualquier parte donde vayas, que así se verificará en ti lo que dijo el Espíritu Santo, que «caerán mil a tu lado, y diez mil a tu diestra, mas ninguno se llegará a ti» (Salmo XC, 7), porque el Señor, que va contigo, los aterrará, y podrás decir justamente: El Señor está a mi diestra, para que no me asuste ni me perturbe: por esto se ensancha mi corazón, y la flaqueza de mi carne descansa en la esperanza de quien me ha de librar: Mas, ¡ay de ti si caminas solo!, porque si caes en manos de tus enemigos, ¿quién te librará?


Sacó el Señor a sus discípulos de la ciudad y del peligro, y como dice San Buenaventura (Meditación de la vida de Cristo, al final), les dijo que prosiguiesen el camino del monte Olivete y le esperasen allí, y su Divina Majestad pasó por Betania y apareció a Lázaro y a otros amigos, y les mandó se fuesen al monte Olivete a juntarse con los demás. Pondera el amor del Señor, y cómo habiendo sacado del peligro a sus Apóstoles, mandó que prosiguiesen ellos por sí solos, para que veas cómo Él siempre está con los suyos en las tribulaciones; por eso solo se debían amar los trabajos, y abrazar cualquier género de adversidad.

 

ORACIÓN PARA ESTE DÍA

¡Oh mi Jesús! ¡Oh sagrado dueño mío! Disponed ya la dichosa compañía de vuestros amigos, para que celebren vuestra gloriosa Ascensión: Preveníos, felicísimos Patriarcas y Profetas del Altísimo, para acompañar a vuestro libertador, que os ha sacado de la prisión en que gemíais por espacio de tantos siglos.


 ¡Oh, qué dicha tan incomparable la vuestra, pues salís de la cárcel a tomar juntamente con vuestro Señor la posesión de su Reino lleno de eternas delicias! Preparad los dulces himnos con que habéis de celebrar sus victorias. Preveníos también vosotros, discípulos amados, para conducir a vuestro Divino Maestro hasta el Sagrado Monte, que pues fuisteis testigos de sus tormentos, ahora quiere lo seáis de sus glorias y de su triunfo.


Preveníos vos, ¡oh María!, para el inmenso gozo que tendréis al ver al Hijo de vuestras purísimas entrañas volar con grande gloria y majestad al seno de su Padre. Preveníos para ver toda la celestial comitiva y toda la pompa con que se ha de elevar a esa región sagrada del Empíreo, que a Vos como a Madre suya nada podrá ocultarse. ¿Y yo, Señor, no os acompañaré con vuestros Apóstoles? ¿No iré con Vos, Señor, a veros subir, y encomendaros mi espíritu? ¿Me quedaré con Judas, excluido de tan santa compañía? ¡Ay de mí, que así me lo asegura mi vida desordenada y perversa! ¿Qué cadenas, qué prisiones son esas, mi Dios, que me estorban el caminar con Vos? ¿Pero cuáles han de ser éstas, sino mis culpas?


Vos, Señor, que tenéis tanto poder, que quebrantasteis las puertas del Infierno a pesar de satanás, ¿no habíais de romper las duras prisiones de mis delitos? Ea, amor mío: rompedlas, para que pueda seguiros con libertad; rompedlas conmigo, rompámoslas los dos, Vos con vuestro fuerte brazo, y yo con mi dolor: vamos todos a ese monte sagrado, y veréis qué himnos os he de cantar, para que algún día logre yo también la felicidad de subir a gozaros en vuestro Reino. Amén.

Tres Padrenuestros, y tres Avemarías con Gloria Patri. Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.


GOZOS

Como águila generosa

Remontas, mi Dios, el vuelo

Al Empíreo, pues el Cielo

Sólo es tu mansión dichosa;

Puesto que el alma ansiosa

Seguirte quiere, Señor:

Llévanos a dónde vas,

Soberano Triunfador.


En alas de Querubines

Subes al Cielo glorioso,

Y ellos llenos de alborozo

Te hacen sagrados festines,

Gózome que así camines;

Y pues vas con tanto honor:

Llévanos a dónde vas,

Soberano Triunfador.


¡Qué contentos y qué ufanos

Entre gozos excesivos,

Contigo van los cautivos

Que libertaron tus manos!

Despojos son soberanos

De tan gran Libertador:

Llévanos a dónde vas,

Soberano Triunfador.


En coros muy concertados

Los Príncipes de la Gloria

Cantando ellos tu victoria

Descienden regocijados:

«Sean, dicen, alabados

Triunfos de tal vencedor»:

Llévanos a dónde vas,

Soberano Triunfador.


Gime Luzbel abatido,

Porque su imperio tirano

Por tu brazo Soberano

Hoy se mira destruido;

Y pues nos has redimido

Del poder de este traidor:

Llévanos a dónde vas,

Soberano Triunfador.


Dan voces con grande gozo

Los Ángeles, porque abiertas

Y apartadas sean las puertas

De ese Alcázar prodigioso,

Porque ha de entrar victorioso

Su Monarca y su Señor:

Llévanos a dónde vas,

Soberano Triunfador.


ORACIÓN FINAL

¡Oh Amado Redentor de mi alma! ¡Oh León de Judá! ¡Oh Señor y Rey inmortal, vencedor de la muerte y del Infierno! Ruégoos, Señor mío, por aquel glorioso triunfo con que entrasteis victorioso en vuestro Reino, me deis fortaleza para vencer a los enemigos de mi alma, perdonéis la tibieza con que celebro este admirable Misterio, atendáis a mis humildes ruegos, y me deis vuestra Santa gracia, para serviros y agradaros hasta la muerte. Amén.


En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.


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