NOVENA A NUESTRO SEÑOR
JESUCRISTO EN EL MISTERIO DE SU ADMIRABLE ASCENSIÓN
DÍA SÉPTIMO
Considera en las otras palabras: «Que una nube lo ocultó a los ojos de los Discípulos», y esta nube, dijo Simón de Casia (Libro XIV, al final), que se puso delante de los Apóstoles, no porque el Señor la necesitase para subir, sin que como el Cielo estuviese con grandísimas ansias de recibir en sí al Señor, envió aquella nube que lo ocultase del mundo que lo atraía, y con eso entrase aprisa, y así dijo Cornelio Alápide que mientras los Apóstoles lo miraban, subía muy poco a poco, mas así que la nube se puso de por medio, subió como en un rayo, usando del dote de la agilidad, y en un instante llegó al Cielo Empíreo (Comentario en el cap. I de los Actos Apostólicos).
Saca de aquí una consideración muy útil para tu alma, y es que mientras tuvieres limpios los ojos del alma y mirares a Cristo, no se apartará el Señor de ti y le tendrás, como la piedra imán detiene al acero. Por eso, habiendo el Esposo ponderado la hermosura y pureza del Alma santa, dijo que quien con más fuerza le hacía volar a su corazón era la vista de sus ojos, esta era como un escuadrón armado que lo detenía, cautivaba y no lo dejaba ir (Cánticos VI, 4).
Esto acontece en el Alma
pura y limpia, pero en atravesándose de por medio la nube de la culpa, entonces
vuela, y como rayo se retira. La nube que ocultó al Señor era de gloria,
formada de resplandores del mismo Señor, como dice Cayetano, o como otros
dicen, una nube milagrosa, pura y transparente, y si esta nube de tan nobles
calidades esconde al Señor, y hace que con tanta velocidad se aparte de sus
Amigos cuando se pone por medio, ¿qué no hará la nube del pecado y la
putrefacción del amor terreno de las creaturas corruptibles? ¿Qué no harán la
gloria vana del Mundo, y los lucimientos mundanos? Mira que no te dejen cegar:
arroja esas cosas, que te esconderán al Señor, y por más que apliques la vista,
no lo verás ni le hallarás, porque se ausentará en no viendo tu alma limpia y
pura.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh Soberano Maestro! ¡Oh Caudillo invencible! ¡Qué lágrimas no debíamos derramar al ocultársenos vuestra hermosura, y vernos privados de vuestra presencia corporal, pero el amor que nos tenéis no nos permite llorar vuestra ausencia, cuando por consolarnos compasivo nos aseguráis que no nos dejáis huérfanos, porque aunque os vais, también venís a nosotros con frecuencia. Caminad, Señor, a ilustrar esos Cielos: caminad, que os desean ansiosos los Ángeles para el aumento de su gloria: caminad, que ya os aguarda vuestro Padre con los brazos abiertos para recibiros, para colocaros dignamente a su diestra y daros el imperio y la dominación sobre todo lo creado, y pues nos habéis prometido vuestra asistencia, y os habéis hecho cargo de ampararnos y de remediar nuestras miserias, no permitáis que se hallen en nosotros las nubes tenebrosas del pecado que nos aparten de Vos, y nos impidan el teneros a la vista; enviadnos vuestras luces, sagrado Sol de Justicia, que así sabremos seguiros, y no erraremos vuestros caminos. Astros resplandecientes, que sois habitadores del lugar por donde ha de transitar con sus celestiales cortesanos el Rey de la Gloria, avivad vuestras luces, y adornaos con nuevos brillantes resplandores, porque ha de pasar por entre vosotros aquel Divino artífice que os dio tanta hermosura.
Vosotros cuando Él expiró en el Calvario, os vestisteis de triste luto, escondiendo vuestras luces: justo es que os vistáis de gala cuando se celebran sus sagradas victorias. Defended vuestro curso, y congregados salid al camino por donde ha de pasar el Hombre Dios, llevando cautiva la servidumbre, y adoralo postrados.
¡Oh Señor!, ¿y cómo
pudiéramos nosotros disponer los mayores festejos y aclamaciones para celebrar
dignamente vuestro triunfo? Y pues nos falta el poder para ello, recibid
nuestros deseos, y llevadnos a vuestra Gloria, para que allí os festejemos
eternamente. Amén.
Tres Padrenuestros, y tres Avemarías con Gloria Patri. Los Gozos
y la Oración se rezarán todos los días.
GOZOS
Como águila generosa
Remontas, mi Dios, el vuelo
Al Empíreo, pues el Cielo
Sólo es tu mansión dichosa;
Puesto que el alma ansiosa
Seguirte quiere, Señor:
Llévanos a dónde vas,
Soberano Triunfador.
En alas de Querubines
Subes al Cielo glorioso,
Y ellos llenos de alborozo
Te hacen sagrados festines,
Gózome que así camines;
Y pues vas con tanto honor:
Llévanos a dónde vas,
Soberano Triunfador.
¡Qué contentos y qué ufanos
Entre gozos excesivos,
Contigo van los cautivos
Que libertaron tus manos!
Despojos son soberanos
De tan gran Libertador:
Llévanos a dónde vas,
Soberano Triunfador.
En coros muy concertados
Los Príncipes de la Gloria
Cantando ellos tu victoria
Descienden regocijados:
«Sean, dicen, alabados
Triunfos de tal vencedor»:
Llévanos a dónde vas,
Soberano Triunfador.
Gime Luzbel abatido,
Porque su imperio tirano
Por tu brazo Soberano
Hoy se mira destruido;
Y pues nos has redimido
Del poder de este traidor:
Llévanos a dónde vas,
Soberano Triunfador.
Dan voces con grande gozo
Los Ángeles, porque abiertas
Y apartadas sean las puertas
De ese Alcázar prodigioso,
Porque ha de entrar
victorioso
Su Monarca y su Señor:
Llévanos a dónde vas,
Soberano Triunfador.
ORACIÓN FINAL
¡Oh Amado Redentor de mi alma! ¡Oh León de Judá! ¡Oh Señor y Rey inmortal, vencedor de la muerte y del Infierno! Ruégoos, Señor mío, por aquel glorioso triunfo con que entrasteis victorioso en vuestro Reino, me deis fortaleza para vencer a los enemigos de mi alma, perdonéis la tibieza con que celebro este admirable Misterio, atendáis a mis humildes ruegos, y me deis vuestra Santa gracia, para serviros y agradaros hasta la muerte. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
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