SANTO ROSARIO DE LA RESURRECCIÓN
P.
Gustavo E. Jamut, OMV.
✝
Por la señal de la Santa
Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
RENOVANDO LA CONFIANZA
EN LA DIVINA MISERICORDIA
Señor Jesús, vengo a tu
presencia, reconociendo que no siempre he valorado el don de la vida Tú me has
regalado el existir para que con tu gracia, fuese creciendo en vida plena, vida
abundante.
Sin embargo reconozco que
muchas veces he dado lugar en mi mente a pensamientos que han ido en contra de
la vida sobreabundante que tú quieres proveerme:
Perdóname por los
pensamientos equivocados, por los pensamientos negativos y pesimistas, por los
pensamientos de juicio y condenación en contra de mis hermanos que niegan la
misericordia, perdóname por aceptar los pensamientos que me han llevado al
terreno de los vicios capitales.
Perdóname, pues la
aceptación de estos pensamientos me han llevado a tener sentimientos negativos,
perdiendo así la paz y la alegría que viene de tu amor; hablando y actuando de
manera equivocada.
Hoy renuevo mi confianza
en tu. Divina Misericordia y en tu perdón, pidiéndote también la gracia que a
través de los misterios de la resurrección me concedas la vida nueva y
abundante que quieres para mí y para las personas por quienes quiero
interceder. Que así sea.
RESPONSORIO PENITENCIAL
A cada oración
respondemos: – Señor ten piedad.
*Por no valorar conscientemente la vida que me das:
Señor
ten piedad.
*Por no valorar la vida de
quienes están junto a mí:
Señor
ten piedad.
*Por no valorar la vida de
los menos favorecidos a los ojos del mundo:
Señor
ten piedad.
*Por no valorar y defender
la vida desde el vientre materno con mayor intensidad:
Señor
ten piedad.
*Por no valorar la vida de
los ancianos y los enfermos:
Señor
ten piedad.
*Por las veces que no he
cuidado y fortalecido la vida espiritual:
Señor
ten piedad.
*Por no valorar y
descuidar mi vida emocional:
Señor
ten piedad.
*Por no alimentar el
crecimiento de la vida intelectual:
Señor
ten piedad.
*Por haber puesto en
peligro en algunos momentos mi vida física o la de otras personas:
Señor
ten piedad.
Oremos:
Oremos:
Señor Jesús, aumenta en
nosotros el deseo de tener vida plena, vida abundante, a fin de que podamos
ayudar a otros a amar la vida y a defenderla. Amén.
1º MISTERIO
JESÚS
RESUCITADO SE PRESENTA A SU MADRE, LA VIRGEN SANTÍSIMA
En este misterio pedimos a
la Virgen Santísima la gracia de la fidelidad, a fin de que, en los momentos
oscuros de nuestra vida, tengamos la confianza firme en que Jesús está vivo y
en que él se nos mostrará resucitado en el momento oportuno.
Contemplación
y reflexión:
1. Contempla a María en
oración. Ella está postrada en una casita que posiblemente le han prestado, en
las afueras de Jerusalén, entregando a Dios todo lo que hay en su corazón.
Cuántos recuerdos afloran a su mente, cuantos sentimientos dormidos despiertan
en su corazón: la promesa del Arcángel Gabriel; la efusión del Espíritu Santo,
por la cual Dios se encarnó en su vientre; el nacimiento en Belén; la huida a
Egipto; el Niño Jesús creciendo; sus primeros pasos; las primeras palabras; las
risas y el asombro junto a José ante cada nuevo gesto de Jesús…
En todos esos recuerdos
hay dolor, pero también hay agradecimiento por todo lo vivido y, sobre todo,
hay esperanza. Pues tiene la certeza de que su Hijo está por resucitar.
2.
Han transcurrido tres días desde la Pasión y muerte de su Hijo en la cruz. El
sufrimiento ha desgarrado su corazón. Ella sabe por fe que su Hijo ha de
resucitar, pero eso no la exime de experimentar el dolor mas profundo, por lo
que han hecho a su amado Hijo. En medio de la dispersión de los apóstoles, ella
se mantiene fiel, esperando el regreso de Jesús. En medio de la oscuridad que
experimentan los discípulos, ella es la luz que anuncia la espera de la
resurrección.
3.
Puedes imaginar cómo, de pronto, se abre la puerta de la casa, y con los
primeros rayos del sol de la mañana entra Jesús con su cuerpo glorificado.
¿Cómo habrá sido ese
encuentro entre la Madre y el Hijo? ¿Cómo habrá sido la mirada entre María y
Jesús? Puedes pedirle al Espíritu Santo que te conceda la gracia de sentir
internamente el amor de ese encuentro.
Jesús ayuda su Madre a
ponerse de pie y la abraza estrechándola junto a su pecho. Del Divino Corazón
surgen rayos de luz que colman el Corazón de María de una nueva Efusión del
Espíritu Santo.
Pídele a María la gracia
de participar, aunque sea en parte, de la resurrección en gozo que su corazón,
traspasado por el dolor, experimentó en ese momento.
4. Cuando Jesús
Resucitado, se presentó a María, seguramente el alma de la Virgen volvió a
entonar un cántico de gozo y alabanza, como muchos años antes había alabado a
Dios al visitar a su pariente Isabel.
En ese entonces no fueron
necesarias muchas explicaciones. El Espíritu Santo estaba haciendo su trabajo y
dando a comprender sin palabras como el misterio de la vida se abría camino.
Tampoco ahora son
necesarias las palabras. En el abrazo en el que se funden Madre e Hijo, el
Espíritu se vuelca nuevamente en el alma de la Virgen y ella experimenta lo que
en fe ya sabía: que Dios Padre siempre cumple sus promesas.
Sumérgete tú también en
ese abrazo y deja que el amor de Jesús resucitado y de María, restaure tu corazón.
Siente como esos rayos de
luz, que surgen del Corazón abierto, pero glorificado de Nuestro Salvador,
penetran en tu corazón y restaura las grietas por las cuales antes perdías la
vitalidad y la alegría.
Pídele a Jesús que con su
amor restaure tu identidad y fortalezca tu decisión de seguirlo y de serle
fiel, de ahora en adelante, en todos los momentos de la vida.
Padre
Nuestro...
10
Ave Marías…
Gloria...
Oración:
“Contigo María, nos
regocijamos por Cristo Resucitado, luz: «que ilumina a todo hombre que viene a
este mundo». El es el camino, la verdad y la vida. Como tú, Madre, queremos
llenamos de tu Hijo para tener vida plena y abundante y siempre decir con profunda
fe: «Señor mío y Dios mío”.
“Oh Jesús mío, perdona
nuestras culpas. Líbranos del fuego del infierno. Lleva al cielo a todas, las
almas y socorre especialmente a las más necesitadas de tu Misericordia”.
“Por el poder de tu Resurrección, libérame y sáname, Señor”
“Por el poder de tu Resurrección, libérame y sáname, Señor”
2° MISTERIO
JESÚS
RESUCITADO SE APARECE A MARÍA MAGDALENA JUNTO AL SEPULCRO
En este misterio
entregamos a la Virgen Santísima y a Dios Nuestro Señor, todas las pérdidas que
hemos experimentado a lo largo de los años, a fin de que seamos liberados de
la amargura que nos produce el recuerdo angustiante de las pérdidas no sanadas.
Contemplación y reflexión:
1. Contempla a María
Magdalena sentada sobre la roca exterior del sepulcro, mirando el interior
vacío, la cabeza apoyada sobre la dura piedra, cansada de tanto dolor, de tanta
pérdida, de tanta incomprensión.
Mientras está allí
quebrantada, porque se han llevado el cuerpo de su Señor, va rememorando cómo
el encuentro con Jesús cambió su vida.
Ella no conocía el
verdadero amor, hasta que Dios, con su delicadeza y respeto, sanó su identidad
de mujer y le devolvió la dignidad perdida por el pecado.
Él le enseñó que era
posible volver a empezar, y en la mirada pura y dignificadora de Jesús comenzó
a verse a sí misma de un modo nuevo, diferente.
2. Cuando Jesús Resucitado
se presenta a María Magdalena junto al sepulcro, ella al principio no lo
reconoce. Las lágrimas cubren sus ojos y le impiden reconocer vivo al que aun
llora por muerto.
Lo mismo te puede suceder
a ti, si dejas que las lágrimas nublen tu horizonte.
Puedes perder de vista el
nuevo amanecer que Dios prepara para tu vida.
Es que el momento más
oscuro de la noche es antes de que el sol aparezca. Sólo la esperanza confiada
nos permite seguir aguardando la llegada de la luz que nos trae el nuevo día.
3. María Magdalena no
reconoce a Jesús, aun teniéndolo a su lado. Las lágrimas nublan sus ojos y el
dolor su entendimiento. Esto también puede sucedemos a nosotros cuando atamos
nuestros corazones a las amarguras del pasado. Entonces quedamos inmersos en
cierta ceguera, pues el pensar continuamente en todo lo perdido en el pasado no
nos deja abrirnos a todo lo que Dios quiere darnos en el presente y en el
futuro.
Sin embargo, Jesús es el
Amor, y el amor acude a sus citas. Y él no se retrasa. Por eso el Señor, en las
noches más oscuras de tu vida, te pide que sigas apostando a confiar en él, en
el amor que él te tiene, en el amor que no defrauda.
4. Jesús la llama por su
nombre: “María”. Y al igual que se abrieron los ojos de san Pablo, después de
la ceguera, se abren los ojos de María Magdalena, quien sintiendo resucitar su
corazón, grita de alegría: “Rabboni” (maestro), postrándose a sus pies.
También a ti en este día,
se te acerca el Señor Resucitado y te llama por tu nombre (Siente en tu interior,
con los oídos del amor, la voz de Jesús. pronunciado tu nombre…)
Muchos pueden pronunciar
tu nombre, pero sólo Dios, por medio de su Espíritu Santo, puede hacerlo de tal
forma que haga vibrar tu corazón.
Póstrate espiritualmente
ante él, entrégale el dolor por las pérdidas del pasado y del presente; y
pídele en cambio que te ayude a abrir el corazón, a fin de que puedas ver en
Jesús Resucitado, al Maestro de vida que te guía hacia el clarear de un nuevo
día.
Padre Nuestro…
10 Ave Marías...
Gloria...
Oración:
Contigo María, nos
regocijamos por Cristo Resucitado, luz “que ilumina a todo hombre que viene a
este mundo”, Él es el camino, la verdad y la vida. Como tú, Madre, queremos
llenamos de tu Hijo para tener vida plena y abundante y decir siempre con
profunda fe: “Señor mío y Dios mío”.
Oh Jesús mío, perdona
nuestras culpas. Líbranos del fuego del infierno. Lleva al cielo a todas las
almas y socorre especialmente a las más necesitadas. de tu misericordia.
Por el poder de tu
resurrección libérame y sáname, Señor.
3° MISTERIO
JESÚS
RESUCITADO SE APARECE A TOMÁS Y A LOS DEMÁS DISCÍPULOS QUE A CAUSA DEL MIEDO
ESTÁN ENCERRADOS EN EL CENÁCULO
Padre Amado, en este
misterio te entregamos las puertas de nuestro corazón que aún se encuentran
cerradas al efecto benéfico de tu gracia.
Te pedimos que tu amor
entre en nosotros y nos inunde, junto a la presencia de Jesús resucitado y al
poder del Santo Espíritu; a fin de que seamos liberados de esas áreas de
incredulidad, que al igual que al apóstol Tomás, no nos dejan creer plenamente
en que Jesús está vivo.
Contemplación
y reflexión:
1. Contempla el interior
del Cenáculo y los discípulos alterados por la noticia de que hallaron el
sepulcro vacío. Es que en ese momento, vacíos también estaban sus corazones: vacíos
de fe, de esperanza y de alegría.
Las puertas y las ventanas
cerradas hacen que el lugar esté oscuro o iluminado tenuemente de manera
artificial; y que el aire se haya vuelto pesado y rancio por las lámparas de
aceite, pero sobre todo por el vacío y a la vez, la pesadez que sienten los
discípulos, en un ambiente así se hace hasta difícil respirar.
Cuando Jesús Resucitado se
presenta debe invocar sobre ellos una nueva efusión de su Espíritu de paz,
diciéndoles: “La paz esté con ustedes”.
Este es el Shalom que
tiene como objetivo no solo saludados, sino también exorcizar el miedo y la
turbación que experimentan, pues piensan que están viendo un fantasma.
Pídele al Señor que sople
sobre ti en este momento y siente en tu alma como te saluda con el Shalom, de
modo que su paz arroje fuera de tu mente y de tu alma lo que no te deja tener
la vida plena, lo que te impide dejar vivir a Jesús resucitado en tu corazón.
2. Cuando Jesús Resucitado
se presentó a sus discípulos estando el Cenáculo cerrado, tuvo que, convencerlos
de que era él y no un fantasma.
Cuánta paciencia, dulzura
y comprensión en las palabras y en los gestos de Jesús. Si hasta imagino que se
habrá divertido un poco con la expresión de sorpresa de sus “valientes” amigos.
Por eso les dice: ”¿Por qué
se turban, y por qué se suscitan dudas en sus corazones? Miren mis manos y mis
pies; soy yo mismo. Tóquenme y vean que un espíritu no tiene carne y huesos
como ven que yo tengo”. Y, diciendo esto, los mostró las manos y los pies
Además de eso, fue necesario
que Jesús les pidiese algo de comer y que, delante de ellos, tomara y comiera
el pez asado que le ofrecieron para que así se convencieran de que no era un
fantasma ni un espíritu.
Pero aun así ellos no
acababan de convencerse. Quizás tenían temor de dar lugar a la alegría y luego
quedar defraudados. Se preguntarían si no sería un sueño colectivo.
Posiblemente les parecería
que era demasiado bueno para ser verdad. Es que así como habían cerrado
totalmente el cenáculo, también habían decidido inconscientemente cerrar sus
corazones y su mente a la esperanza y a la alegría.
Pídele a Jesús resucitado
que te ayude a confiar en que él está vivo y que, por lo tanto, tiene el poder
de dar vida a esas áreas de tu corazón que están enfermas, agonizantes o
muertas.
Entrégale la alegría y el
entusiasmo perdido para que él nos resucite y abre tu mente a lo que te quiera
señalar.
3. Seguramente el Cenáculo
tenía un aspecto antes de la aparición de Jesús Resucitado y otro aspecto tuvo
después de su llegada.
Antes que él se presentará
resucitado se sentía como una casa vacía y ruinosa. Las paredes y hasta los
muebles estaban impregnados de la desesperanza y de la carencia de vida
interior de los discípulos. Pero cuando Jesús se aparece resucitado todo se ilumina
y se transforma.
Quizás en algunos momentos
de tu vida, también has sentido tu corazón como una casa vacía o como un
cenáculo ruinoso; quizás las heridas te han llenado de miedo y te han llevado a
cerrar las puertas de tu alma a la fe, a la esperanza y al amor; y, por lo
tanto, a la misma felicidad.
O quizás han sido los
pecados, la culpabilidad, el sentimiento de infidelidad a Dios y a las metas de
la vida, lo que te ha inundado de pesadez y rutina, haciendo que tu alma se
sienta oscurecida por la falta de entusiasmo y de gozo.
Pero no importa cuántas
puertas hayas cerrado, Jesús, que se ha comprometido contigo por el amor que te
tiene, entra igual y te bendice a ti y a tu familia, diciendo como dijo a los
discípulos: “paz a ustedes”.
Con su presencia y con su
palabra se abren las ventanas de tu alma para que en ella entre el aire nuevo y
puro del Espíritu Santo.
4. Contempla a Jesús que
te invita a acercarte a él, como lo hizo con el apóstol Tomás; mira como él
extiende sus manos en las que puedes ver la marca de los clavos y como te
invita a sumergir tu dedo índice en la llaga gloriosa de su mano.
Es el dedo que quizás has
utilizado para acusar, señalar y condenar a algún hermano, como también lo
hicieron con Jesús. Por eso es desde allí que debe entrar la sanación a tu
alma.
Luego, como Tomás, pones
toda tu mano en la llaga del corazón abierto de Jesús, e inundado del amor
divino; caes postrado en su presencia, exclamando conmovido: “Señor mío y Dios
mío”.
Más fuerte que los
pecados, más fuerte que la infidelidad, más fuerte que la incredulidad misma es
el amor que lleva al arrepentimiento y mueve a la conversión.
Esto es tan cierto que
entre los apóstoles solo uno llegó a tocar el corazón de Jesús y es Tomás,
convertido de su incredulidad.
También tú, si has vivido
lejos de Dios, sin sentirte parte de su pueblo, de su Iglesia; pero has tomado
la decisión de comenzar de nuevo o de cambiar el rumbo, puedes hoy tocar el
corazón del Maestro. Anímate, pues él ya está tocando con su gracia tu corazón.
Padre Nuestro…
10 Ave María...
Gloria...
Oración:
Contigo María, nos
regocijamos por Cristo Resucitado, luz “Que ilumina a todo hombre que viene a
este mundo”, Él es el camino, la verdad y la vida. Como tú, Madre, queremos
llenarnos de tu Hijo para tener vida plena y abundante y decir siempre con
profunda fe: “Señor mío y Dios mío”.
“Oh Jesús mío, perdona
nuestras culpas. Líbranos del fuego del infierno. Lleva al cielo a todas las
almas y socorre especialmente a las más necesitadas de tu misericordia”.
"Por el poder de tu
resurrección libérame y sáname, Señor".
4° MISTERIO
JESÚS
RESUCITADO SE APARECE A LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS
Te pedimos, Señor, la
gracia de comprender y experimentar que no caminamos solos en el camino de la
vida, sino que tú caminas junto a nosotros. Ayúdanos a confiar en tus promesas
de bendición, habla a nuestros corazones y abre nuestros ojos y nuestro
entendimiento para descubrir tu presencia en nosotros y en quienes has puesto a
nuestro lado.
Contemplación
y reflexión:
1. Contempla en tu
interior a estos dos hombres que, desanimados y tristes, caminan desde
Jerusalén hacia Emaús.
Contémplalos como los
habrá contemplado el mismo Jesús. Escucha su conversación desesperanzada y sus
discusiones, como las habrá escuchado Nuestro Señor, y acércate a ellos como el
Maestro se acercó. Quizás ellos te reflejen algún aspecto de tu vida o de lo
que estás viviendo.
Él se acerca cada día para
ayudarte a caminar cuando estás cansado; él se acerca como caminante silencioso
para corregir la dirección de tus pasos, cuando estás caminando de manera
equivocada; él se acerca cada vez que lo llamas por su nombre.
Dile ahora: “Jesús amado,
divino caminante de Emaús, acércate a mí, habla a mi corazón y enséñame tus
caminos”.
2. Cuando Jesús se acercó
a los dos discípulos que caminaban abatidos y tristes hacia Emaús, les
preguntó, aun sabiéndolo, de qué hablaban a lo largo del camino.
También hoy te pregunta a
ti: ¿De qué hablas y cómo hablas cada día, en el camino de la vida?”
Cuando ellos expresan por
medio de sus palabras su pesimismo y descreimiento, él, con dulzura, los
corrige y les dice:
“¡Hombres duros de
entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas!
¿No era necesario que el
Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?”.
Y comenzando por Moisés y
continuando con todos los Profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo
que se refería a él.
También hoy, hay católicos
que viven tristes y se la pasan discutiendo entre ellos, como si Jesús no
hubiera. resucitado.
Es necesario leer las
Sagradas Escrituras, abriendo la mente y el corazón para poder escuchar a Dios,
quien en más de dos mil años no ha cesado de hablar para decimos que es
necesario aprender a vivir.
3. Contempla también como,
al llegar a la casa donde se iban a alojar, Jesús hizo ademán de seguir de
largo. Pero los dos discípulos le dijeron: “Quédate con nosotros, porque se
hace tarde, y el día ya termina”. Entonces, Jesús resucitado entró para
quedarse con ellos.
También tú en este día y cada
día, invita a Jesús a entrar a tu casa y a tu vida. No lo dejes seguir de
largo. Insistele a tiempo y a destiempo a fin, de que entre a tu vida y cambie
todo aquello que necesita ser cambiado y de lo que aún no te has dado cuenta.
4. Contempla a Jesús que
se sienta a la mesa con los discípulos. Lo mismo puedes hacer tú en la
celebración de cada misa. “Cuando se sentaron a la mesa, tomó el pan, lo
bendijo, y lo partió, y se los dio. Entonces se les abrieron los ojos, y lo
reconocieron; pero él se desapareció de la vista de ellos. Y se decían el uno
al otro: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino, y cuando
nos explicaba las Escrituras?”‘.
En cada celebración
eucarística, al partir el Pan vivo, pon espiritualmente en el altar aquellas áreas
de ceguera que aún tienes, para entregarlas a Dios, a fin de que se abran tus
ojos y tu mente y, de ese modo, lo puedas reconocer en la fracción del pan.
Padre Nuestro…
10 Ave María...
Gloria...
Oración:
Contigo María, nos
regocijamos por Cristo Resucitado, luz “Que ilumina a todo hombre que viene a
este mundo”, Él es el camino, la verdad y la vida. Como tú, Madre, queremos
llenarnos de tu Hijo para tener vida plena y abundante y decir siempre con
profunda fe: “Señor mío y Dios mío”.
Oh Jesús mío, perdona nuestras
culpas. Líbranos del fuego del infierno. Lleva al cielo a todas las almas y
socorre especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
Por el poder de tu resurrección
libérame y sáname, Señor.
5° MISTERIO
JESÚS
RESUCITADO SE APARECE A ALGUNOS DISCÍPULOS JUNTO AL MAR DE GALILEA
Te pedimos, Señor, que
cuando sintamos tu ausencia, sepamos confiar en que, aunque nuestros ojos no te
vean y en nuestro corazón parezca que solo habitan el silencio y la aridez, tú
estás presente. Que tengamos la paciencia y el amor para esperar nuevamente la
pesca milagrosa y para reconocerte como Juan en la orilla de nuestras vidas a
fin, de exclamar con gozo: “Es el Señor”.
Contemplación
y Reflexión:
1. Contempla a los
discípulos que están pescando sobre la barca, la cual se mueve suavemente por
el arrullo de las olas. Aún no ha amanecido y en el frío de la madrugada se
respira la perplejidad pues Jesús Resucitado ya no pasa tanto tiempo con ellos.
Al menos en la forma visible en que antes lo percibían.
¡Cuántas veces comenzamos
a valorar los momentos en que tuvimos fervor espiritual, recién cuando nos toca
atravesar etapas de aridez y sequedad!.
Imagina que tú también
estás en la barca con los apóstoles. No se habla mucho; hay poco que decir.
Sabemos que quien ahora tiene que hablar es Jesús. El lo hará en el momento en
que crea que es mejor hacerlo. Mientras tanto esperamos y confiamos.
2. Al que creían muerto
está vivo. Que alegría… pero también cuántas preguntas se elevan ahora desde
sus corazones a sus mentes:
¿Qué querrá Jesús que
hagamos ahora?, se preguntan algunos de los discípulos; ¿me habrá perdonado por
haberlo negado?, se pregunta Pedro, y así en sus corazones hay más preguntas
que respuestas… En sus corazones experimentan ahora más incertidumbres que
certezas.
Quizás así es mejor…
cuando quisieron construir sobre “la certeza” de creerse hombres importantes y
poderosos todo se desmoronó, cuando hicieron el bien para buscar el
reconocimiento y el respeto de la gente, perdieron todo lo que creían tener.
Hay que comenzar de nuevo
les dice el Espíritu al corazón, lo están intuyendo fuertemente. Pero ¿Cómo?…
Quisieran tener todo bajo control y ahora van comprendiendo que el único al que
pueden entregar el control de todas las áreas de sus vidas es a Jesús.
Quizás también nosotros,
en algún momento de la vida pusimos el corazón en certezas que después con los
años demostraron que no eran tan firmes…
Quizás también nosotros en
algún momento construimos una espiritualidad a nuestra medida o parecer, pues
no habíamos aprendido a escuchar en nuestro interior al Espíritu de Dios…
Quizás también nosotros
construimos sobre arena algunas etapas de nuestra vida, en lugar de construir
sobre la Roca. Pero ahora es diferente, estamos aprendiendo, lentamente, pero
aprendemos… Ansiamos la venida del Maestro y que nos confirme en el llamado a
seguirle y a trabajar en la construcción de su Reino a su manera y no a la
nuestra.
3. Allí estamos
meciéndonos en la barca junto a los discípulos, enfrascados en tantos
pensamientos, cuando con los primeros rayos de un sol primaveral se ve en la
orilla la silueta de un hombre.
Él eleva su voz y nos
pregunta si tenemos algo que comer. El corazón de Juan intuye quién es él que
pide de comer… y también tu corazón intuye ahora que Jesús ha llegado a la
orilla del lago de tu vida, o bien siempre ha estado allí, pero ahora se ha
hecho visible y comienzas a percibirlo de un modo nuevo.
El que te pide de comer en
realidad es quien quiere darte de comer. No solo a través del trabajo que te
provee el alimento que llega a tu mesa cada día, sino también él quiere
alimentarte con su Cuerpo y con su Sangre.
A la pregunta: “tienen
algo de comer”. Alguno le responde con un seco no, producto de la natural
frustración. A lo que sigue una orden de Jesús: .”Echen las redes a la derecha
de la barca y encontrarán”. Ellos obedecieron, y al momento se llenó de tal
manera que se hacía casi (solo casi) imposible arrastrarla.
4. Juan siente que se
confirman sus sospechas y expresa con gozo y admiración: “¡Es el Señor!”.
¡Ve también tú con Pedro,
que se arroja de la barca para no perder tiempo en llegar al encuentro de
Jesús!
Mira al llegar a la orilla
los detalles que surgen del amor de Jesús: el fuego preparado, para disipar el
frío, varios peces en las brasas y pan, para disipar el hambre.
Él no solo quiere disipar
el frío y el hambre de tu cuerpo a través de bendiciones de trabajo,
prosperidad y abundancia, sino que quiere también calmar el frío y el hambre de
vida y de felicidad que hay en tu corazón.
Él te invita a quedarte a
su lado… Tú solo con él… descansando a su lado… mirándolo a los ojos…
reclinando tu cabeza en su hombro y contándole todo aquello que te quita
calidad de vida, lo que te roba la paz.
Descansa en él el tiempo
que sea necesario y deja mientras tanto que con su amor y su delicadeza ponga
en ti la vida nueva que quiere darte… que él libere tu corazón del frío del
desamor y sacie tu alma del hambre de felicidad…
Él te llama por tu nombre;
y te pregunta, como lo hizo con Pedro: ¿(coloque
su nombre) Me amas? ¿Qué le respondes? Que no sea una respuesta mecánica y
obligada, deja que surja de los espacios más profundos de tu interioridad…
Siente como él te llama por tu nombre varias veces y cada vez te pregunta lo
mismo: ¿me amas?… Es que Dios está sediento de tu corazón…
Entonces él te confía una
misión: “Apacienta a mis ovejas”
Si, también a ti te pide
que apacientes sus ovejas… no mires a lo lejos. Las ovejas que te confía están
cerca de ti: son tus hijos, tus padres, tu cónyuge, tus hermanos, tus vecinos,
tus compañeros de trabajo… de estudio… de comunidad.....
Apacentar quiere decir:
cuidar, proteger, ayudar, tenerles paciencia, dedicarles tiempo, esfuerzo,
acompañar, instruir, guiar…
Deja que Jesús te muestre
los rostros de quienes te envía a apacentar y siente que en esa tarea no
estarás solo. El te promete: “Yo estaré contigo todos los días de tu vida”.
Padre Nuestro…
10 Ave María...
Gloria...
Oración:
Contigo María, nos
regocijamos por Cristo Resucitado, luz “Que ilumina a todo hombre que viene a
este mundo”, Él es el camino, la verdad y la vida. Como tú, Madre, queremos
llenarnos de tu Hijo para tener vida plena y abundante y decir siempre con
profunda fe: “Señor mío y Dios mío”.
Oh Jesús. mío, perdona
nuestros pecados, Líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las
almas y socorre especialmente. a las más necesitadas de tu misericordia
Por el poder de tu
resurrección libérame y sáname, Señor
ORACIONES FINALES
1) Regina Coeli
V. -Alégrate,
Reina del Cielo; aleluya
R. -Porque
el que mereciste llevar en tu seno; aleluya
V. -Ha
resucitado, según predijo; aleluya
R. -Ruega
por nosotros a Dios; aleluya
V. -Gózate
y alégrate, Virgen María; aleluya
R. -Porque
ha resucitado Dios verdaderamente; aleluya.
Oración:
Oh Dios, que por la
resurrección de tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la
alegría al mundo, concédenos que por su Madre, la Virgen María, alcancemos el
gozo de la vida eterna. Por el mismo Cristo nuestro Señor.
R. -Amén
2) Letanías a Jesús:
A cada letanía
respondemos:
“Ten misericordia de
nosotros”
1-Jesús, Resucitado,
2-Jesús, amable,
3-Jesús, admirable,
4-Jesús, Dios fuerte,
5-Jesús, mensajero del plan
Divino,
6-Jesús, todopoderoso,
7-Jesús, pacientísimo,
8-Jesús, obedientísimo,
9-Jesús, manso y humilde de
corazón,
10-Jesús, amante de la
castidad,
11-Jesús, amador nuestro,
12-Jesús, Dios de paz,
13-Jesús, autor de la vida,
14-Jesús, modelo de virtudes,
15-Jesús, celoso de la
salvación de las almas,
16-Jesús, nuestro Dios,
17-Jesús, nuestro refugio,
18-Jesús, padre de los
pobres,
19-Jesús, tesoro de los
fieles,
20-Jesús, pastor bueno,
21-Jesús, verdadera luz,
22-Jesús, sabiduría eterna,
23-Jesús, bondad infinita,
24-Jesús, camino y vida
nuestra,
25-Jesús, alegría de los
ángeles,
26-Jesús, rey de los
patriarcas,
27-Jesús, maestro de los
apóstoles,
28-Jesús, doctor de los
evangelistas,
29-Jesús, fortaleza de los
mártires,
30-Jesús, luz de los
confesores,
31-Jesús, pureza de las
vírgenes,
32-Jesús, corona de todos
los santos,
33-De todo mal, R. Líbranos
Señor
34-De todo pecado,
35-De tu ira,
36-De las asechanzas del
demonio,
37-Del espíritu impuro,
38-De la muerte eterna,
39-Del menosprecio de tus
inspiraciones,
40-Por el misterio de tu
santa encarnación,
41-Por tu natividad,
42-Por tu infancia, R. Líbranos Señor
43-Por tu divinísima vida,
44-Por tus trabajos,
45-Por tu agonía y Pasión,
46-Por tu cruz y desamparo,
47-Por tus sufrimientos,
48-Por tu muerte y
sepultura,
49-Por tu resurrección,
50-Por tu ascensión,
51-Por tu institución de la
santísima eucaristía,
52-Por tus gozos,
53-Por tu gloria.
-Cordero de Dios, que
quitas los pecados del mundo,
Perdónanos, Jesús.
-Cordero de Dios, que
quitas los pecados del mundo,
Escúchanos Jesús.
-Cordero de Dios, que
quitas los pecados del mundo,
Ten misericordia de
nosotros Jesús.
-Jesús, óyenos. (Se
repite)
-Jesús, escúchanos
Oración:
Te pedimos Señor, que
quienes veneremos el Santísimo Nombre de Jesús disfrutemos en esta vida de la
dulzura de su gracia y de su gozo eterno en el Cielo. Por
Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Por las necesidades del Santo del Padre:
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
†
En el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo. Amen
Fuente:
Libro “Rosario de la Resurrección”. Autor: Padre Gustavo E. Jamut. Editorial
San Pablo, Buenos Aires, Argentina.
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