NOVENA EN HONOR
A LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Novena compuesta por el Padre Dr. Tadeo Galván, Catedrático de
Vísperas y Vicerrector del Seminario de San Antonio Abad del Cuzco, e impreso
en Lima en 1794 con aprobación del Obispado de Cuzco. Las meditaciones fueron
tomadas del Arco Iris de Paz del Padre Fray Pedro de Santa María de Ulloa OP.
Puede rezarse nueve días antes del Jueves de la Ascensión, o desde la Vigilia y
durante toda la Octava.
NOVENA A NUESTRO SEÑOR
JESUCRISTO EN EL MISTERIO DE SU ADMIRABLE ASCENSIÓN
ORACIONES INICIALES PARA TODOS LOS DÍAS
Por
la señal ✠ de
la Santa Cruz, de nuestros ✠
enemigos, líbranos Señor ✠
Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, mi
Dios, mi Salvador, mi Redentor, y objeto de todo mi amor. ¡Qué glorioso os
contempla el alma, cuando os considera subiendo por esa región celestial a
recibir de mano de vuestro Eterno Padre el honor, la corona y la dominación
correspondiente a vuestros méritos infinitos! Vuestro amor os hizo bajar de los
Cielos y salir del seno de vuestro Padre, os hizo sufrir tantas tribulaciones,
dolores, afrentas y muerte en una Cruz, para que por este medio se nos
franquease la bienaventuranza, de la que habíamos sido desposeídos por el
primer pecado; pero ya, mi Jesús, ha pasado el tropel de vuestras aflicciones:
el amargo Cáliz de vuestra Pasión, que por nosotros bebisteis amoroso se os ha
convertido ya en eternas dulzuras y glorias, y revestido de vuestra
inmortalidad subís triunfante de la culpa y del Infierno, después de haber
despojado de su imperio al príncipe de las tinieblas; llevaos también por
despojo este mi corazón, que hasta hoy ha sido siervo del pecado, y pues no
suben con Vos nuestros vicios, y ninguna cosa inmunda ha de entrar en vuestro
Reino, limpiarlo de sus manchas con esa mano poderosa y llena de clemencia, que
yo de mi parte quiero desde luego purificarlo por medio de mi dolor y
arrepentimiento, y digo que me pesa de haberos ofendido, y de haber sido tan
ingrato a vuestras finezas: muera desde ahora mi deslealtad, y reinad en mi
alma solo Vos, para que así consiga subir con Vos a gozaros eternamente. Amén.
ORACIÓN AL PADRE ETERNO
Oh Padre Eterno, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación: vuestra infinita bondad, y el amor indecible que nos tenéis os hizo que, compadecido de nuestras miserias, nos dieseis a vuestro Unigénito Hijo, a fin de que Él nos libertase del estado lamentable en que nos hallábamos por la culpa, a costa de tantos dolores y tormentos, porque fuésemos redimidos al precio infinito de su Sangre, del cautiverio en que tenía oprimida nuestra naturaleza. ¿Con qué dones y obsequios satisfaremos, Señor, tan grande amor? ¿Qué lengua, ni entendimiento, podrá acertar a daros las debidas gracias por un beneficio tan inmenso?
No hay, ¡oh gran Dios!, caudal en nosotros para una digna retribución, aun cuando nos empleásemos eternamente en serviros y alabaros. Y pues no hay de parte nuestra cosa alguna con qué poder recompensaros dignamente, os ofrecemos los méritos de vuestro Divino Hijo, que son las prendas y tesoros que nos dejó para complaceros, os lo ofrecemos a Él mismo con todos sus dolores y penas, pues Él quiso ofrecerse a Vos en el ara de la Cruz por víctima para nuestra salud: os lo ofrecemos también triunfante y lleno de gloria, como lo veis subir a vuestro Divino Solio.
Él va a ejercitar ante Vos
el oficio de Abogado y protector nuestro, como nos lo tiene prometido, y
esperamos que esos ruegos que escucháis con sumo agrado, por ser de vuestro
Hijo dilectísimo, nos han de servir de defensa en las tentaciones, de aliento y
vigor para poder levantarnos de las caídas en la culpa, de viático en nuestra
peregrinación, y de escala para ascender a gozaros en la Gloria en donde vives
y reinas con el mismo Hijo y el Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de
los siglos. Amén.
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